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viernes, 25 de noviembre de 2011

Relato 3 - El Caballero del Viento

EL CABALLERO DEL VIENTO, de Alberto Martínez Caliani

Conocí a Fred a principios de junio de 1964, pocos días después de que mi familia y yo nos mudáramos al rancho que mi padre compró al sudeste de Milwaukee, en Wisconsin. Yo estaba a punto de cumplir dieciséis años, y la perspectiva de una vida en el campo, con el pueblo más cercano a seis millas de casa, me infundía una sensación de eterno disgusto. Para colmo Maude, mi hermana de ocho años, estaba encantada con la bucólica vida a la que mi padre nos había abocado, convirtiéndose en el arma perfecta para reprender mi actitud. «Fíjate en Maude, Peter: ella nos lo pone todo más fácil. ¿Por qué no te esfuerzas por adaptarte?». ¡Cómo si aquello fuera fácil! Mi padre, más pragmático, veía la solución a medio plazo: «Déjalo ya, Marsha: pronto irá a la universidad y se convertirá en el típico chico de ciudad que se avergüenza de sus orígenes. Las cosas son así». Mi padre terminaba a menudo sus frases con esa coletilla: las cosas son así. Y aunque mi padre se expresara con la rudeza típica de un cowboy, en parte no le faltaba razón: yo deseaba salir de allí como fuera, aunque también es justo decir que jamás renegué de mis orígenes rurales y mucho menos me avergoncé de mi familia.

Aquellos primeros días en el rancho los pasaba holgazaneando, jugando con los perros o explorando los alrededores, hasta que una mañana me sobresaltó el rugido de un motor profanando el silencio del campo. Detrás de mí, volando casi a ras del suelo, apareció un viejo avión biplano que parecía sacado de un documental en celuloide rancio de la Primera Guerra Mundial. El piloto me vio, porque distinguí una mano enguantada saludándome al pasar por encima de mi cabeza. Fui lo suficientemente valiente como para no agacharme al paso de la ensordecedora máquina (si hubiera echado a correr, habría parecido una versión adolescente de Cary Grant en «Con la Muerte en los Talones») y para mantener la cabeza alta hasta comprobar cómo el aparato desaparecía detrás de una loma. Recuperado del susto inicial, perseguí al biplano a la carrera, coronando a los pocos minutos, entre jadeos, la cima del cerro.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Relato 2 - Duro animal de rodeo

DURO ANIMAL DE RODEO, de Jesús Gordillo

Mi padre era escocés y jamás probó un solo trago de whisky.

Pese a que siempre se sintió seducido por el aroma que desprendía su propia nación destilada, había tomado la determinación de combatir al mito hasta el final de su días. Tatuó en su cabeza, debajo de su cerebro, un mandamiento inquebrantable: Sucumbir al estereotipo es renunciar al control de tu destino.

Sólo escapando del tópico, despistando a lo evidente, conseguía sentirse conductor de ese maldito tren desbocado que era su vida cerca de las vías.

Pero al destino, duro animal de rodeo, no le gustaba que nadie le sujetase las riendas. Le castigaba despacio, con el don de la paciencia del que vive para siempre, disparándole rutinas de mil historias contadas.

Mi madre abrazó el último tren de la noche de manos del mejor amigo de mi padre, dejando unas letras de carmín descolorido en el espejo del baño. Y si él lloró por su ausencia, fue detrás de la derrota de haber perdido una batalla contra un cliché de novela. Borró el carmín en seguida, ingrediente clásico de mil desamores, y levantó la cabeza para esperar el próximo golpe. No hubo escena con navajas, ni cuerda en la viga del techo. Sólo un tinte en su retina y alguna arruga en el rostro. Derrumbarse habría sido derrota. Imposible.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Relato 1 - La marisma

LA MARISMA, de Juan González Mesa

La marisma es la zurrapa arrinconada de la bahía; sobrevive porque es quien primero se entera de la niebla, punteada de atracaderos muertos, cubiertos de algas y picoteados por las gaviotas. Todo aquí es el esqueleto de otra cosa, cadáver vivo, y la marea entra con una docilidad que no se puede encontrar ni en el acantilado ni en la playa. Nunca se verá una ola rompiendo en la marisma.

Ni siquiera en verano consigue secar sus brazos y barrigas retorcidas. Ni siquiera en invierno guarda la apariencia de algo frío.

Presentación

Bienvenid@s, amantes de la palabra escrita,

hace tan solo una semana, un viernes como hoy, inaugurábamos otro blog, al que podríamos considerar como el hermano mayor de este. Casi todos los que habéis llegado aquí lo conocéis, sabéis de qué estamos hablando. Hace una semana nacía Fuera de Serie, un proyecto ambicioso, creado con mucha ilusión, que ya está dando que hablar dentro y fuera del panorama literario "independiente".

Pero hoy, con la presentación de este blog, queremos demostrar que el movimiento se demuestra andando así que, a partir de este día, cada viernes os regalaremos la vista y los sentidos con relatos Fuera de Serie, que servirán de aperitivo a las novelas de las que pronto os hablaremos. Además, gracias a esta nueva iniciativa del equipo de Fuera de Serie, daremos salida a autores que no tienen cabida, debido a circunstancias ajenas a nuestra voluntad y a la de ellos mismos, en el proyecto original, pero que sabemos que son firmes aspirantes a formar parte de él en un futuro cercano.

Sin más preámbulos, nos despedimos y os dejamos con el primer relato del blog, que esperamos sea el primero de muchos. Estad atentos a la siguiente entrada, en unos minutos saborearéis nuestro primer Fuera de Serie.